miércoles, 12 de junio de 2013

Queremos paz, pero…



Sin lanzar a bocajarro el extremista grito ¡la paz se conquista con la guerra!, ni levantar la proclama ¡el poder nace del fusil!; no dejaré de decirles a los que llaman a “defender la paz…”, que la burguesía (y quienes la merodean) no se resignará a la derrota, el imperialismo nunca dejará de hacer la guerra.

A los que vean tras estas afirmaciones un dogmatismo marxista de trasnocho, les digo que hay ronquidos hasta en los divinos sueños.

Por eso insistiré en el asunto de la impunidad. Ella es contraria a toda organización social, aunque no a sus modos de producción. El capitalismo es severo con quien atente contra la propiedad, pero, como la explotación y la competencia son sus instrumentos fundamentales, nada de lo que se haga con ellos es delincuencial, a menos que afecte su propia naturaleza. En los anteriores modos de producción, no había delito en lo que hicieran nobles y obispos en defensa de su propiedad divina.

De los regímenes de ilusorio socialismo que conocimos, sólo diré que todos terminaron siendo un fraude, con muy aisladas, o acorraladas, excepciones. Lo fueron porque, a diferencia del capitalismo, traicionaron sus preceptos, que eran libertad, justicia e igualdad.

En el socialismo que queremos y que, sin duda, impulsó Chávez, esos tres preceptos son sagrados, no en la acepción religiosa sino en la de consideración y respeto. Todo lo que atente contra ellos constituyen un delito contra la revolución y todo lo que atenten contra la revolución debe ser sancionado. Aquí incluyo al hampa común, sin dilema rehabilitatorio.

En este socialismo, del que hablo, la derecha puede expresarse, eso no lo hace peligrar. Pero, las acciones de saboteo, desconocimiento de las leyes y violencia contra los revolucionarios, deben recibir una respuesta implacable. Decía Mao, rechazando una paz angustiosa: “si se teme la guerra todos los días, ¿qué haremos si finalmente se produce?”
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¡El ALBA Y LA CELAC, se construye desde los Pueblos!




JM. Rodríguez

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